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Hay libros que no hacen ruido, pero laten. El pulso de las estrellas es uno de ellos. Carlos Erviti construye una historia que parece sencilla, pero que se despliega con una delicadeza que toca fibras hondas. Es verano de 1982 y Daniel, un chico de quince años, pasa las vacaciones en Achar de Lóquiz, un pueblo ficticio de Navarra que se siente tan real como los lugares de la infancia que nunca se olvidan.

Daniel es el menor de tres hermanos en una familia de agricultores. En ese verano aparentemente tranquilo, comienzan a moverse muchas cosas: dentro de él, en su casa, en los vínculos que lo rodean. La vuelta del tío Julián, un personaje errante y entrañable que regresa al pueblo después de veinte años, marca un antes y un después. También lo hace la figura de la abuela Javiera, ya fallecida, pero presente en cartas, visitas al cementerio y silencios compartidos.

La novela está atravesada por una sensibilidad muy fina. Hay algo mágico, sí, pero también muy humano. El primer amor con Martina, la amistad luminosa con un chico portugués, hijo de feriantes, y el paso incierto hacia la adultez se narran con una honestidad que emociona. No hay grandilocuencia, pero sí verdad.

El autor tiene el don de observar los pequeños gestos, los matices de una conversación, los pensamientos que no siempre se dicen en voz alta. Su prosa envuelve sin esfuerzo, y deja una sensación hermosa.

Más allá de la historia en sí, lo que hace especial a esta novela es la manera en que el autor captura las emociones y los matices de las relaciones humanas. Su escritura transmite con delicadeza la intensidad de los sentimientos, la nostalgia de la adolescencia y la importancia de la compasión. El pulso de las estrellas es una obra entrañable que nos recuerda que el amor propio no está reñido con el cuidado de los demás y que hay momentos en la vida que nos marcan para siempre. Una lectura que emociona y deja huella."

Jorge Gálvez is on page 15 of 544 of Battle Royale