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A mí me gustan mucho los animales, pero le tengo miedo a los perrines desde que uno me mordió cuando era chica. No es un miedo corrosivo, y puedo ir sola por la calle sin despertar la animadversión de nuevos perrines, gracias a que alguna vez leí que era mi propia agitación la que podía asustarlos, y a que desde entonces cuido mucho mi postura física, y lo que expreso con ella.

Este librito fue crema de cicatrización sobre aquella herida vieja (aunque todavía te juzgo, Bilbo, yo tenía solamente diez años). En su bondad me permitió mirar con nuevas luces al perro que entonces solo conocí tras la máscara del ataque, en mi traumatizada infancia... me permitió darme cuenta que, quizá, estaba tan confundido que yo, y que mi correr lo tomó como una provocación (gasp). Esto porque el librito explica de una manera sencilla, matemática, casi obvia, cómo son todos los perros y por qué actuán como lo hacen, y lo mejor es que se hace de una manera en que chorrea amor:

Sí, tenemos futuro, perritos que adoptaré cuando tenga jardín.

Creo que es una lectura recomendable para todos. Para evitar malentendidos desde un principio. Y para apreciar a los canes, como se merecen todos los animales que existen bajo el sol.

Es súper cortito, agregaré. Súper. Pero cumple con lo que promete.