Álvaro Bisama's Blog, page 9
December 29, 2017
El neurólogo que cazaba helechos
Erudito en muchos campos distintos entre sí, a Oliver Sacks se le recuerda principalmente como al eminente neurólogo británico que, emigrado a Nueva York, describió y combatió como pocos de sus colegas ciertas complejas enfermedades mentales (la película “Despertares� se basa en un libro suyo que aborda el trabajo que realizó con pacientes de encefalitis letárgica). Notable, y a la vez fructífera, fue la experimentación con drogas que Sacks emprendió de manera bastante científica desde joven, la que quedó plasmada en un libro titulado Alucinaciones (prolífico, el hombre escribió más de una docena de obras acerca de temas muy variados). Sacks sufría de prosopagnosia, que es la incapacidad de reconocer el rostro del prójimo, y murió hace dos años a raíz de un cáncer que se gestó en su ojo derecho.
En este Diario de Oaxaca, Sacks nos revela una faceta menos conocida de su personalidad renacentista: la de pteridólogo, o experto en helechos. En 2001, el autor se enroló en una expedición que organizó la American Fern Society, una entidad de amantes de aquellos vegetales de la que por supuesto era miembro, y viajó por tierras mexicanas a lo largo de nueve días anotando y dibujando todo lo que le llamaba la atención, demostrando, en fin, las nobles cualidades del gran diarista del pasado: Sacks observa, describe, especula, informa, se pasea con soltura por los recovecos de la ciencia, de la botánica, de la historia, de la antropología, y compone un relato fuera de serie, que habla tanto de él como del entorno que lo rodea.
No hay duda de que “la abundancia y variedad de los helechos de Oaxaca parece milagrosa�, pero Sacks también repara en los atractivos colaterales, por así decirlo, que el lugar ofrece. Algunos de los temas aquí tratados son: la historia del tabaco; los componentes químicos que hacen del chocolate una sustancia irresistible; los alucinógenos sudamericanos; la admiración por Humboldt; la dispensa rabínica especial que permite que los saltamontes (chapulines en México) sean considerados kosher; el riesgo mortal que implica comer luciérnagas (“si te engulles tres luciérnagas, puedes considerarte muerto�); la espectacularidad de esa tintura de color rojo intenso producido por un insecto llamado cochinilla, que en la España del siglo XVI “a igualdad de peso era más preciosa que el oro�.
Sacks manifiesta una profunda aversión por el conquistador español, y, claro, a él no cabe suponerle esa típica e irritante simpatía del turista primermundista por todo lo que huela a precolombino. Sacks está familiarizado, entre otras fuentes históricas, con la mamotrética obra de Bernal Díaz del Castillo, el cronista de Hernán Cortés durante la conquista de México, razón por la que su opinión resulta tanto más informada que la de cualquier diletante con debilidad por lo políticamente correcto. Hablando de los “exquisitos y delicados manuscritos� indígenas, “con las páginas de cortezas de árbol�, el autor sostiene que “no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir a los autos de fe de los conquistadores, y fueron destruidos a miles, hasta tal punto que apenas se conserva media docena�.
Otro dato de interés: “En los tiempos precolombinos el oro no se valoraba como material, sino sólo por las maneras en que se podía usar para hacer objetos decorativos. Los españoles no entendían eso y en su codicia fundieron miles, tal vez millones, de objetos de oro, a fin de llenar sus cofres con este metal�. La conclusión de Sacks es tajante: los invasores “se revelaron mucho más deshonestos, mucho menos civilizados, que la cultura que destruyeron�.
Desde su infancia en Londres, Oliver Sacks sintió pasión por los helechos. “Crecí en los años treinta en una casa cuyo jardín estaba lleno de ellos�. La fascinación, en su caso, era hereditaria: su abuelo, que emigró desde Rusia a Inglaterra en la década de 1850, arribó a un país que “estaba en medio de la pteridomanía, la moda victoriana de los helechos�. Hacia 1870 la manía se extinguió, pero el patriarca conservó sus plantas hasta su muerte, ocurrida en 1912. Diario de Oaxaca es una abertura, una incisión hermosa y profunda al interior de una de las mentes más atractivas, completas y sensibles de nuestros tiempos.
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Las dos almas de Arturo
“Hablamos de entrenador a entrenador�. Palabras de Arturo Salah al referirse a la reunión que tuvo con Reinaldo Rueda, el futuro coach de la selección de Chile. “El balance del 2017 fue positivo a pesar del fracaso de no ir al mundial� Palabras del Presidente de la ANFP ante los medios de comunicación.
Si hablara lo que le dicta su corazón de entrenador, el 2017 fue un rotundo fracaso de la selección adulta, sumando las selecciones sub 17 y sub 20 y otras menudencias.
Si se anima a hablar ese dirigente que asumió picaneado por el entorno, los números indiscutiblemente que son azules. Con la venta jugosa del CDF cualquiera sonríe.
Este año ha sido nefasto dentro de la cancha. Basta de sutilezas con las consabidas frases de buena crianza que eclipsan el real sentir de los sostenedores del sistema, los hinchas de la pasión.
La ausencia para el mundial de Rusia es dolorosa y lacerante. Seremos meros espectadores con parrillada de verduras exentas del humo que nos quisieron vender. En un país de alcohólicos como Chile, según los estudios sociológicos, se pegaron la tremenda farra y todos saben cuando y como sucedió.
En campeonatos cortos, la emoción apareció como un suspiro en los estertores del año. La desnivelación de los grandes que amenazaba hacerse presente, no fue tal. Los de billetera gorda sufrieron lo inconfesable. La glorificación del gol apareció a través de los penales. Nombres ilustres fracasaron estrepitosamente. Se intentó meter en un camarín a una mujer como entrenadora. La guinda de la torta es el cruel suceso con Vallenar y Melipilla, una pantomima más de nuestro desprestigiado fútbol. La rabia se concentra nuevamente en el norte como en los tiempos del salitre.
Con fuegos artificiales sobre mi cabeza, no escucharé a la Sonora Palacios y su clásica cumbia Un año más, desempolvaré mi vinilo Cambalache en la voz de Julio Sosa, que me hará reflexionar que aunque pasen los años, el mundo no cambia un ápice.
Conociendo a Arturo, dos almas habitan en su pecho.
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Billboard Latinos en Chile: Tu falta de querer
Hasta ahora la única opción tenía que ver con jugar de visita, porque parecía imposible que la cosa sucediera al revés. Sin embargo, el intento real por traer por primera vez los premios Billboard a Santiago, tal como se leyó el jueves en estas páginas, asoma como una oportunidad única para que, en el mejor de los casos, los músicos chilenos puedan finalmente insertarse en un circuito siempre tan mezquino con el creador local.
Lo viene diciendo Mon Laferte con insistencia en los últimos meses y también ha sido un tema abordado por Beto Cuevas y Lucho Gatica, tres de los pocos nombres nacidos en esta tierra que han conseguido éxito continental y que para lograrlo tuvieron que fijar residencia en México o Estados Unidos. Que Chile está demasiado lejos y que nos escuchan muy poco. Una realidad que contrasta con el juicio que tienen los ejecutivos latinos cuando miran hacia abajo en el continente: En Chile hay talento, con nombres importantes y exportables incluso, pero no hay cómo ubicarlos en el extranjero a no ser que sean ellos mismos los que decidan armar maletas y abandonar el país que los vio nacer.
De ahí que lo de los Billboard Latinos sea tan tentador en términos de lo beneficioso que podría llegar a ser para esta escena. La viñamarina lo decía con claridad poco después de ganarse un Grammy Latino: falta que el músico chileno esté dispuesto a jugar en Primera con todo lo que eso significa. Inscribirse en votaciones de la Academia, por ejemplo; hacer lobby por los connacionales y tratar de que este país alcance los hitos que merecería de acuerdo al talento que exhibe.
Lo lamentable sería que la expedición que planea esta ceremonia que se hace desde 1994 termine siendo como una franquicia tipo París-Dakar y que vaya itinerando por otros países sin ningún compromiso serio por establecerse y relevar la industria de esta parte del mundo. Desde ese punto de vista llama la atención que sea Santiago y no Buenos Aires, por ejemplo, el destino escogido para salir por primera vez de Estados Unidos (imposible no pensar en 2011 cuando Lollapalooza emigró por primera vez de Chicago y se instaló primero en Chile antes que en Argentina y Brasil).
Se abre entonces una oportunidad importante para que Chile se relacione con la élite de un “mundo latino� que podrá ser resistido, pero que se declara ineludible a la hora de hacer crecer carreras. Lo que hay que evitar, en todo caso, es que esta “cercanía� termine hipotecando el canto original en virtud de la estandarización del sonido que se advierte en las propuestas musicales de Centroamérica y Norteamérica. Porque el verdadero triunfo no es traer los premios Billboard a Santiago, sino aprovechar que un icono de la gran industria esté pensando en poner un pie en esta tierra para exhibir lo mejor que tenemos y demostrar que hay capacidad suficiente como para intervenir con éxito en ese gran negocio de la música.
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Lecciones de la elección
A pocos días de haber concluido el proceso electoral (el cual, dicho sea de paso, prestigia a los chilenos por su civismo), personeros de diversos bandos han tratado de sacar conclusiones de lo que fue, a todas luces, un triunfo más abultado de lo esperado para el ahora Presidente electo, Sebastián Piñera.
No quiero estar ausente de esta discusión, a riesgo de que mis apreciaciones, como las de otros, estén teñidas de mis propias preferencias. Para empezar, confieso que siempre he sido un socialdemócrata de tomo y lomo. Creo que el mercado es en general un mecanismo eficaz para asignar recursos, pero que no es ni infalible ni que necesariamente propenda al bienestar colectivo. Su gran virtud es que no requiere de burocracias ni discrecionalidades. Su gran defecto: no se preocupa por la igualdad de oportunidades para todos, un bien público que solo el Estado puede resguardar.
¿A qué me llevan estas disquisiciones un tanto obvias? A que el Estado debe preocuparse de que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades para desarrollarse de acuerdo a sus talentos e inclinaciones. Creo que los chilenos comparten en su mayoría este valor. En los últimos años, ciertos grupos han puesto en duda el valor del mercado como mecanismo de asignación de recursos, argumentando que ciertos ámbitos de la vida pública deben quedar excluidos de las transacciones y de la lógica del mercado. Es así como algunos pregonan que existen ciertos “derechos sociales� que deben ser protegidos por servicios enteramente gratuitos para todos, incluyendo a la educación superior.
Los chilenos no dudamos que todos nuestros niños y jóvenes deban tener acceso a la misma calidad de educación. Pero de allí no se desprende que la educación, en particular la superior, deba ser gratuita para todos. El valor de la igualdad de oportunidades para pobres y ricos es nivelar la cancha. La igualdad a secas es muy desigual, pues favorece a los ahora ricos tanto como a los ahora pobres.
Creo que esa es una lectura plausible del abultado triunfo del Presidente electo. Los chilenos queremos que nadie quede excluido de los beneficios del progreso por el hecho de haber nacido en un hogar modesto, pero nos choca la idea que los ricos deban recibir los mismos beneficios que los pobres.
Las implicancias de esta lectura son obvias: no volver a la retórica de la retroexcavadora, ahora desde la vereda opuesta; entender que los chilenos queremos seguir progresando en forma inclusiva pero con el esfuerzo de cada cual; y que queremos trabajar por nuestro futuro en paz y en concordia con todos nuestros conciudadanos. Esto no significa que estemos todos de acuerdo, pero sí que debemos escuchar con respeto, dialogar, aprender; saber que nadie posee la verdad y que es más probable que ella surja como producto del diálogo que de la imposición. Hago votos para que así lo entienda nuestro flamante Presidente electo.
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Los ricos votan por Piñera, los pobres por Guillier: gana la desigualdad en Santiago
Desde que empezó a regir como Ley en el año 2012, ninguna otra elección fue más categórica a la hora de evidenciar las consecuencias que tiene el fuerte sesgo de clase que se ha hecho característico del voto voluntario en Santiago, que la segunda vuelta presidencial que terminó con Sebastian Piñera como ganador.
Al analizar las preferencias reveladas de los votantes de la Provincia de Santiago por comuna, se observa que éstas son notoriamente distintas según el estrato socioeconómico que representan. Si se agrupan las 14 comunas más ricas, que reúnen a cerca de un millón de personas inscritas, se observa que de forma sistemática, en todas ellas, Sebastián Piñera se impuso holgadamente, obteniendo en el agregado el 67% de los votos válidamente emitidos.
En tanto, en todas las comunas más pobres, en las cuales los habilitados para sufragar superan los 3 millones de votantes, se observa que ganó Alejandro Guillier, con un porcentaje agregado en estas comunas de 54% (ver gráfico).
Es decir, el resultado está fuertemente mediado según el ingreso del electorado.
¿Pero acaso no son más grandes las comunas de Santiago?, ¿cómo es posible que siendo el grupo de comunas pobres tres veces más numerosos, se impongan las preferencias de la minoría rica?
Dos factores explican esta paradoja: Primero, las diferencias ya largamente discutidas en las tasa de participación a favor de los grupos más pudientes, implican una sobrerrepresentación efectiva en las urnas de las comunas más ricas respecto a las más pobres. Esto queda manifiesto de forma muy clara en la última elección, donde la participación electoral llegó al 67% en el grupo de comunas ricas, cifra muy superior al 48% que registraron los votantes de las otras 16 comunas que integran esa zona geográfica.
¿Qué habría pasado si no hubiese sesgo en la participación? Supongamos por un momento que la participación hubiera sido similar en ambos segmentos: hoy sería otra la coalición política que estaría celebrando el triunfo en Santiago, ya que una participación “pareja� –esto es, en torno al 67% en ambos grupos- habría sido suficiente para dar vuelta el resultado: Guillier habría obtenido un 50,5% y Piñera un 49,5%.
Como consecuencia, el sesgo según ingreso al agudizarse en el tiempo, ha horadado la representación en una de las formas de participación más importantes –aunque no la única- de una democracia. Más allá del resultado final en Santiago de esta segunda vuelta, este es un llamado de alerta para las autoridades y ciudadanía en general, por cuanto una democracia se fortalece en la medida que más representativa es. Y en tiempos en que las instituciones se encuentran altamente cuestionadas, urge una ciudadanía más activa que sea capaz de involucrarse en decisiones claves para el país como elegir a quien lo gobierna, haciendo que el voto sea un catalizador más efectivo de las demandas, y de la respuesta a ellas, por parte del sistema político como un todo.
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La DC, de cara a su futuro
Los partidos políticos son, por definición, instituciones que están llamadas a evolucionar, en función de la realidad en que interactúan; incluso, como ocurre cada cierto tiempo, estar en condiciones de adecuarse o, simplemente declinar hasta desaparecer. Así ocurre en todas las democracias representativas.
Algo de eso ocurre con la Democracia Cristiana.
No podemos eludir que la ecuación, por nosotros mismos asumida, de desechar los acuerdos de candidatura presidencial compartida con la Nueva Mayoría � obligándonos a llevar lista parlamentaría propia y contenidos de campaña que no sintonizaban con casi ningún electorado sustantivo- generó las condiciones para el peor desempeño electoral presidencial, desde la fundación de la DC y, consecuentemente, una baja en diputados que, medido por la tasa de representación, nos hizo perder más de la mitad de ella.
Esos son los hechos.
A cambio, los promotores de este diseño, el del “camino propio�, acentuaron la idea de la “identidad�, sin capacidad para definir aquello, conceptualmente, que permitiera motivar a espacios electorales mayores. Lo más expresivo de esta apuesta se reflejó en una descalificación al Partido Comunista, en una retórica propia de la guerra fría que, evidentemente, no entusiasma casi a nadie, dada la realidad de los tiempos que corren.
Así, la Democracia Cristiana vagó, entre la búsqueda de un electorado “moderado de centro�, que los resultados mostraron que existe solo en la imaginación de algunos; su alejamiento a un gobierno del que formamos parte y, polémicas solo hacia la centro izquierda, curiosamente, cuando la idea matriz suponía que se disputaba al electorado de centro, con la candidatura de la derecha.
Resultado real, un gran descalabro del que, desgraciadamente, sus promotores se niegan a rendir cuenta.
Los próximos meses, nuestro partido tendrá que definir no solo su estrategia de mediano plazo; no solo “la forma� que tomará la oposición, donde el pueblo nos ha ubicado, sino y, especialmente, cuáles son los sustentos conceptuales, donde se afirmarán las propuestas, de mediano y largo plazo, que la Democracia Cristiana le propondrá al país, no para “recuperarse como partido�, como se escucha a algunos de sus dirigentes, sino para intentar reconcursar por la adhesión ciudadana, en función de la capacidad de sintonizar adecuadamente, con la aspiraciones de una realidad socio económica y, socio cultural, que hoy acompaña a esos votantes que, en esta oportunidad, nos fueron tan esquivos.
Lo segundo que deberemos aprender, y la enseñanza principal del último proceso electoral, es que no es posible tener eficiencia política, con la conducta “del llanero solitario�. Nadie, en mucho tiempo, podrá crecer al nivel de no necesitar conformar coaliciones, ojalá conceptualmente sólidas o, por lo menos, como lo enseñado por Chile Vamos, donde privilegiaron los acuerdos, dejando en un segundo plano la diferencia notoria entre sus principales líderes. Resta esperar como se manifestará esto a la hora de gobernar.
Por cierto, cada partido tendrá que definir sus límites y puntos de encuentro y los de la DC se orientarán, sin duda, hacia los que comparten la idea imprescindible de defender los cambios alcanzados y profundizar las reformas necesarias.
Ello requerirá, desde luego, salvaguardar los elementos de responsabilidad fiscal y preparación de propuestas que den cuenta de las reales posibilidades del país. Así, uno de los límites será no caer en un populismo que, de algún modo, hemos visto presente en algunos integrantes del Frente Amplio.
Aquí está el desafío para la Democracia Cristiana. El próximo proceso de elección de la nueva directiva (alrededor del mes de mayo), definirá no solo el liderazgo en su conducción, sino las definiciones que acompañarán al partido en los próximos años.
Esta vez, la discusión deberá ser, honesta; vale decir, tocando todos los temas en los cuales tenemos divergencias. Mucho mejor es tener una definición clara que no guste a algunos, a seguir con indefiniciones que provocan, como pasó durante toda la campaña, que respecto de cualquier tema relevante, se escucharan dos o tres opiniones distintas de dirigentes que, teniendo o no personería, ocupaban, a veces con impudicia, la representación del partido.
Por mi parte, creo que la definición de la hora actual, debe poner a la DC como el partido que se pone a la vanguardia en la defensa de los derechos adquiridos por los ciudadanos, especialmente aquellos que benefician a los más necesitados.
Así, tal vez, el pueblo nos entregue, de nuevo, la capacidad para representarlos, sustantivamente.
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December 28, 2017
La izquierda y el desafío de la rearticulación
“Cuando la derrota es indesmentible, contundente, inapelable, no se puede esconder su magnitud debajo de la alfombra, como no se puede tapar el sol con un dedo. Intentar hacerlo siquiera no solo es un acto de deshonestidad intelectual, sino también un síntoma de falta de coraje�. Éstas fueron las palabras con las que se refirió Cristián Warnken frente a la derrota de la Nueva Mayoría en las recientes elecciones.
La frase es notable ante la series de episodios que ha vivido la centro izquierda posterior a la caída de Alejandro Guillier, siendo no menor la tortuosa, dolorosa y lenta muerte que vivirá la coalición oficialista a contar del 11 de marzo. Sólo desde allí, se entiende el coqueteo del Partido Comunista al Frente Amplio para rearticularse como un bloque opositor al futuro gobierno de Sebastián Piñera.
En ese orden ideas, las tesis más probables que existirán en función de la rearticulación, serán, por un lado armar un solo y gran bloque opositor, que vaya desde la Democracia Cristiana hasta los sectores más radicalizados del Frente Amplio, o bien, estructurar dos coaliciones, una de corte socialdemócrata moderada y otra de talante asambleísta, donde las ideas sean el eje articulador y no el poder.
Pues si hay algo que queda claro después del proceso electoral, es la existencia de dos izquierdas, cada una con cuerpo y alma, no siendo la “gradualidad de los cambios� el factor determinante de su existencia.
Así, la izquierda frente amplista se caracteriza por su discurso distante del mercado, partidario de los derechos sociales, del igualitarismo como valor absoluto en la esfera de la sociedad, de talante revolucionario –propio de la izquierda latinoamericana- y fieles partidarios del asambleísmo como mecanismo de resolución política. ¿Hay algo de esto que aleje al Partido Comunista?. Mientras que la izquierda socialdemócrata, pareciera ver en la institucionalidad los canales formales –pero no únicos- de participación, a la democracia representativa como valor fundamental y en la gradualidad de los cambios una forma de hacer política. Desde allí pareciera vislumbrarse lo que en algún momento fue el eje DC � PS.
Si la idea de armar una sola gran coalición fuera razonable, cabría preguntarse –teniendo presente la tensión permanente que se vivió al interior de la NM- ¿Qué hay de común entre la izquierda autónoma y la Democracia Cristiana?, ¿aceptará la falange pactar nuevamente con partidos y movimientos que no ven a la democracia como un principio rector?
Por el contrario, si la tesis de la rearticulación pasa por la confección de dos bloques de izquierda, donde las ideas sean el factor unitario, el desafío de la conquista de los espacios entre esos dos tercios será un verdadero reto en función del otro tercio, es decir, la centroderecha.
Solo el tiempo dirá cuáles fueron los caminos escogidos para una verdadera rearticulación, si el valor de las ideas o bien, el valor del poder.
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Jerusalén es algo mucho más complejo de lo que crees�
El 23 de diciembre de 2016, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobaba, con el sorpresivo voto de abstención de Estados Unidos, la resolución N°2334. Ésta, a sólo semanas del fin de la presidencia de Barack Obama, condenaba a Israel producto de su permanente política de construcción de asentamientos en Cisjordania, territorio ilegalmente ocupado desde 1967. Esto incluía, por supuesto, a Jerusalén oriental, símbolo inequívoco de la aspiración política de autodeterminación nacional de gran parte del pueblo palestino representado, en parte, por la Autoridad Palestina. La sorpresiva abstención de Estados Unidos marcó un hito, aunque puramente simbólico y fácilmente revocable; es más, el ya electo Donald Trump aseguraba que una vez que asumiera la presidencia las cosas cambiarían y que las relaciones entre su administración y la de Benjamín Netanyahu intentarían borrar cualquier rastro de tensión provocado por la tardía e ineficaz decisión de Barack Obama. Por supuesto, esta noticia fue muy bien recibida por el gobierno conservador de Netanyahu y confirmó, como suele suceder, que Trump no era, ni es en la actualidad, capaz de comprender las fuerzas con las que juega en este complejísimo Oriente Medio contemporáneo.
Y como era de esperarse, menos de un año después de estos acontecimientos, el inestable Donald Trump oficializó, en medio de una marcada tensión regional profundizada por saudíes, iraníes, qataríes, sirios, egipcios y turcos, a Jerusalén como la capital del Estado de Israel. Es cierto, al menos desde 1967 el poder ejecutivo israelí, tal como su parlamento y sus más importantes ministerios funcionan anclados en la ciudad histórica (por lo demás, todos en la parte occidental de la ciudad). También es cierto que fue en 1995 cuando el mismo congreso estadounidense reconoció a Jerusalén como capital del Estado de Israel. Pero más allá de las obviedades, el hecho de que todas las embajadas existentes en Israel, incluida la estadounidense hasta al menos tres años más, tengan base en Tel Aviv, se debe a que una de las piedras angulares de la disputa entre palestinos e israelíes, por un lado, y de árabes y turcos e israelíes, por otro, es la definición misma de Jerusalén como capital en disputa. Esto, no sólo considerando las agendas político-históricas de israelíes, palestinos y árabes, sino que también de judíos, musulmanes y cristianos. Oficializar internacionalmente a Jerusalén como capital única e indivisible del Estado de Israel significa, en la práctica, desechar cualquier posibilidad -aunque mínima que esta parezca- de lograr un acuerdo de paz que descanse en la denominada solución de los dos Estados.
Políticamente hablando, ha sido en el mismo Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas donde se ha jugado esta nueva escalada de tensiones diplomáticas. Luego de días de enfrentamientos entre palestinos e israelíes, de la unificación discursiva de un grupo importante de mandatarios de naciones árabes, del protagonismo carismático y preocupantemente anti-israelí del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, de la sistemática retórica conflictiva del régimen de los Ayatolas iraníes y, por lo demás, de la distancia que todo el Consejo de Seguridad de la ONU ha explicitado frente a la decisión de Washington, Estados Unidos ha insistido en justificar su error a partir, principalmente, de su embajadora en el mismo Consejo. Nikki Haley, contenida por el poderío militar estadounidense y un presidente terco e ignorante, se ha esforzado por explicar lo inexplicable. Así además, ha debilitado al Consejo de Seguridad, responsabilizándolo por su supuesta incomprensión de una absurda política antojadiza que profundizará los antagonismos entre israelíes, palestinos y árabes. Lo sorprendente de todo esto es que, al final de día, todo responde a una estrategia tácita: debilitar la posición del pueblo palestino para que, poco a poco, asuman una derrota histórica a partir de un proceso de desgaste no sólo institucional, sino que además emocional.
La argumentación de Haley consideró varios puntos; todos fácilmente rebatibles. En primer lugar, según Washington, Estados Unidos no busca, al reconocer Jerusalén como capital de Israel, establecer una posición sobre fronteras o límites. Es cierto, no lo explicita, pero al no considerar los derechos del pueblo palestino sobre Jerusalén oriental, el argumento estadounidense se debilita siempre que insista en esa insípida ‘búsqueda de paz�. En segundo lugar, señalan que el problema de la soberanía sobre Jerusalén debe ser resuelto por las partes en conflicto. ¿Cómo hacerlo entonces cuando el mundo árabe en su conjunto, y sobre todo los palestinos, han señalado explícitamente que Estados Unidos ha demostrado no ser, sobre todo ahora, un interlocutor válido? En tercer lugar, de acuerdo a lo señalado por la embajadora en la ONU, Estados Unidos no está dispuesto a mantener el statu quo que ha mantenido vivo este conflicto desde, al menos, 1948. Vaya forma de intentar terminar con el conflicto entonces, dejando de lado las aspiraciones legítimas del pueblo palestino sobre un territorio en permanente disputa.
En cuarto lugar, Haley señaló que las acciones de Washington se vinculan de forma directa con la realidad; pero la pregunta es ¿la realidad de quién? Recordemos que las visiones antagónicas de los actores involucrados en este conflicto son las que definen realidades completamente distintas. Por último, Haley agregó que los que estén dispuestos a usar la violencia para manifestar su descontento, no estarán calificados para ser partes de un eventual proceso de paz. Que simple suena cuando uno de los problemas más graves en este tipo de conflictos tiene que ver con la existencia de grupos ideológicamente radicalizados; la violencia se transforma en ellos en una herramienta.
Ahora, frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas, Estados Unidos se vio acorralado frente a 128 países que votaron en contra de esta antojadiza resolución (Chile uno de ellos) ¿La respuesta de Washington? Una amenaza directa al financiamiento de las Naciones Unidas. En palabras de Trump: �(�) que voten como quieran, estaremos viendo cada voto con atención�. Triste, al menos, que la búsqueda de la paz esté en manos de ignorantes y ególatras. Paradójicamente, un año después de la resolución 2334, el conflicto está más vivo que nunca.
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“Es la economía, estúpido�
Este fue el eslogan ganador utilizado por Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992, cuando de manera impensada derrotó a George H. W. Bush (padre), en momentos en que la economía estadounidense atravesaba por serias dificultades. Es también el principal motivo que explica el impresionante triunfo de Sebastián Piñera en el balotaje del pasado 17 de diciembre.
En los próximos meses se podrá analizar con calma de dónde provino ese nuevo caudal de votos para el presidente electo, que afloró masivamente en la segunda vuelta. Pero lo que sí está claro es que a esa mayoría silenciosa, que se expresó en las urnas unos días atrás a favor del crecimiento y el progreso, le interesa mantener la actual economía de mercado pues le ha permitido adquirir una serie de bienes materiales que han incrementado su bienestar personal. Quienes intentaron retratar a los chilenos como unos revolucionarios dispuestos a desbaratar este sistema, se equivocaron medio a medio ya que la gente no votó por los planteamientos rupturistas; todo lo contrario, los rechazó. Una cosa es querer realizar cambios para mejorar y progresar, y otra muy distinta es pretender destruir lo que funciona bien, o bastante bien, a través de un “reformismo� ideológico a ultranza, demasiado contrario a lo que las grandes mayorías deseaban para el país. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que el oficialismo extravió el camino.
Pero, hay un trasfondo más importante aún que subyace detrás del fuerte rechazo a la dialéctica utilizada por el gobierno, con la cual se intentó convencer a los chilenos que la situación económica no era como ellos la estaban percibiendo. El verdadero dilema de esta coyuntura es la considerable precariedad que afecta a una parte importante de la población, tanto joven como adulta. Problema que se ve agravado en el área del empleo, donde el índice de precariedad bordea el 24%, una cifra que no se observaba desde el año 2009. La continua pérdida de empleos asalariados, ha significado que cerca de un tercio de los chilenos estén trabajando ahora por cuenta propia o en la calle, sin protección laboral, con bajos ingresos y con informalidad. Este es el resultado directo del paupérrimo crecimiento mostrado por la economía durante el actual gobierno, el peor de los últimos 30 años, lo cual ha generado inmensas dificultades para la gran clase media nacional, entre las cuales está el estancamiento de los salarios, que han crecido en promedio un 0,2% al año durante la actual administración, en comparación con el incremento promedio de 5,2% anual durante el gobierno anterior.
Pues bien, cuando los ingresos familiares escasean o se reducen, la gente tiene que recurrir al endeudamiento para poder vivir. Y esta es la preocupante realidad que muestra el Informe de Deuda Morosa realizado trimestralmente por la Universidad San Sebastián. El número de deudores morosos aumentó un 74% durante los últimos cuatro años, llegando a 4,4 millones de personas en la actualidad, 35% de las cuales tienen un alto nivel de morosidad. He aquí el mejor reflejo de lo mal que se encuentra ahora la economía de las personas; “es la economía, estúpido�. Para combatir dichas precariedades, hay que volver a crecer con el dinamismo que tuvo Chile durante el gobierno de Sebastián Piñera. Es por ello que los electores decidieron darle a él y al país, una nueva oportunidad.
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El nuevo escenario político 2018
Cerrado el ciclo electoral 2016-2017, vemos que el cambio político que se abrió con el triunfo opositor en las elecciones municipales, concluye con Chile Vamos como la primera mayoría relativa del Congreso y con Sebastián Piñera alcanzando un triunfo histórico tanto por el apoyo obtenido, más de 3 millones ochocientos mil personas votaron por él, como por el nivel de participación con más 7 millones de electores algo que hace ya muchos los no pasaba menos aún con voto voluntario.
La irrupción del Frente Amplio en el Congreso, con sus 20 diputados y un senador, terminan de concretar el quiebre de la izquierda y una disputa inconclusa por la hegemonía entre la vieja y la nueva izquierda. Entrar al Congreso donde sus votos se verán tensionados en qué tipo de oposición quieren ser, una testimonial que niegue el sal y el agua atrapada en el discurso anti Piñera u otra que sea capaz de entender el funcionamiento de una democracia donde el diálogo y los acuerdos son una necesidad en la construcción del país. Es la madurez política del Frente Amplio lo que queda por verse ante los desafíos de dar y ofrecer gobernabilidad.
Los restos de la Nueva Mayoría, dividida y derrotada aún no encuentran una explicación del resultado electoral. Porque si ellos giraron hacia la agenda más progresista, a ratos en la frontera con el Frente Amplio, la ciudadanía los pone nuevamente en la oposición, y en una peor posición que el 2009, la competencia a dos bandas con ChileVamos por un lado corriéndose al centro y por el otro el Frente Amplio presionando desde la izquierda, los dejó no solo sin estrategia ni nicho, sino casi sin identidad. ¿Qué representan hoy los partidos de la vieja izquierda como el PS o el PPD, el Partido Comunista o el Radical?, ¿cuál es su espacio real de conexión con la ciudadanía?, ¿se podrán atrincherar en un bacheletismo sin Bachelet? ¿Y hacer de la defensa de ese gobierno un relato que los una y proyecte? Son demasiadas preguntas abiertas y sin duda será un camino largo responderlas con honestidad. También está la tentación de ser la oposición antipiñera, pero ese es un discurso que ya fracasó en la elección por ser insuficiente y mediocre.
La Democracia Cristiana y el Partido Comunista, viven sus propias disyuntivas políticas, la DC quebrada en su interior no ha logrado frenar las renuncias de connotados dirigentes falangistas, que ya no ven en su partido al referente social cristiano que lideró e influyó en la política chilena de manera decisiva los últimos 50 años. El aislamiento en que se encuentra la pone frente a la decisión de seguir al resto de los partidos de la ex Nueva Mayoría en un giro hacia la izquierda, abandonando lo poco de centro que queda en su electorado o asume que su camino es la reconstrucción de una opción de centro y moderada, fórmula que tanto éxito le dio en el pasado. Más tensionado aún se ve al comunismo chileno, aferrado a su alianza con los socialistas, sin duda que parte importante de sus cuadros ven que su futuro es el Frente Amplio, ya sea por convicción o por necesidad. Su paso por el gobierno los asimiló a los mimos de siempre y los hizo perder poder y presencia en el mundo social, el mismo que hoy es ocupado por el nuevo referente de izquierda.
Chile Vamos todavía celebra y con razón, su esfuerzo por generar una institucionalidad fuerte capaz de dirimir diferencias hacia su interior, es parte de porque su unidad le dio un gran triunfo parlamentario y presidencial. Pero sin duda que el desafío de ser partidos de gobierno no puede ser entendido como labor solo de uno sino de todos, la gobernabilidad ofrecida en la campaña debe transformarse en una realidad durante el futuro gobierno del Presidente Piñera. Esto no niega que la identidad propia de cada partido se potencie, sino solo le pone límites en cuanto esa diversidad sea puesta en común para construir y no solo para tratar de sacar pequeñas ventajas. Este segundo paso político en el camino de la centroderecha será decisivo a la hora de proyectarse hacia un segundo o tercer mandato consecutivo. El contraste natural que puede ofrecer las divisiones que vive la izquierda le ponen por delante un desafío histórico de transformar esa mayoría electoral en una mayoría social y política.
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