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Álvaro Bisama's Blog, page 4

January 6, 2018

Progresismo sin progreso

Llama la atención que aquellos que se autocalifican de progresistas, en realidad se refieren así exclusivamente a temas valóricos, lo que sin duda es subjetivo. El aborto, matrimonio igualitario, drogas y otros son temas importantes del debate social, pero es apenas parte del “progreso� y con posiciones encontradas. Los “guardianes� de los valores han sido siempre las religiones, las que curiosamente tienen distintos conjuntos de valores muchas veces opuestos entre sí.


Por ello, en esencia el “progresismo� ha sido por un lado normalmente un movimiento antirreligioso y, por otro, un intento de corregir problemas precisamente derivados del “progreso�. Por ejemplo, la condición social que emerge de la revolución industrial, o los procesos de urbanización. La izquierda que se autocalifica como progresista tiene una posición formal contra las religiones que alguna vez llamaron el opio de los pueblos.


Progresismo se opone a conservadurismo más que retroceso. Es una diferencia sutil, pero relevante. El camino recorrido siempre tiene una lógica profunda, anclada en la esencia del ser humano. La sabiduría más elemental recomienda respetar y entender el sentido de la historia, y la importancia de progresar en algunos aspectos a la vez. El caballo de batalla política de los progresistas es la idea de las “reformas�, que responden normalmente a ideologías políticas muy sesgadas. No toda reforma nos deja mejor que al inicio, no solo porque pueden estar muy mal pensadas, sino porque son difíciles de implementar. El “progresismo� vociferante no cree en la importancia de los acuerdos, sino en el “avanzar sin transar�.


Los “progresistas� tienen muchas vertientes revolucionarias que impusieron largas dictaduras que difícilmente podrían calificarse como progreso.


Si miramos la historia de la civilización sin duda constatamos un progreso fenomenal en diversos ámbitos. El progreso en efecto tiene múltiples direcciones, no solo la valórica, que es en esencia subjetiva.


El concepto de progreso es esencialmente relativo, como todas las ideas que provienen de nuestra consciencia dual. La industrialización fue progreso en relación a la agricultura, y ésta en relación a la vida nómade. Pero aún hoy, por ejemplo para los ecologistas, la industrializaación puede no ser vista como progreso. De hecho, hay cosas que tienen el doble aspecto de progreso y retroceso a la vez. La comida chatarra facilita la alimentación rápida, y la productividad, pero no es en general saludable. ¿Es progreso? De estos ejemplos hay demasiados en todos los ámbitos.


En mi opinión, el único progreso real para el ser humano es la libertad esencial. No hay dos seres humanos iguales y eso no es trivial. Es decir, el verdadero progreso es el poder lograr lo máximo de lo que cada ser humano es. Como vivimos en sociedad, debemos “sacrificar� algo de nuestra libertad personal en favor de lo colectivo para poder convivir adecuadamente y para poder resolver problemas que pertenecen a la sociedad más que al individuo.


En ese sentido, los verdaderos progresistas son aquellos que defienden la libertad de modo que cada cual pueda definir lo que es su propio progreso. Para que cada cual busque su propio camino de libertad esencial. Aquellos que quieren imponer sus ideas sobre el resto no podrían ser calificados de progresistas. Solo es progresista aquel que respeta profundamente la diversidad y la libertad. Estos atributos no le son propios a la izquierda antigua, lamentablemente la mayor parte de la que tenemos en Chile. La doctrina de la lucha de clases jamás podría ser considerada como progresismo. El Estado omnímodo que claramente castra las libertades, no es progreso. Los gobiernos que no se focalizan en la pobreza tampoco lo son.


En fin, es importante no dejarse llevar por eslóganes políticos . Todos los seres humanos son progresistas en esencia y es solo la libertad la que permite el verdadero progreso. La sociedad de oportunidades es la más progresista en definitiva.


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Published on January 06, 2018 21:50

Viaje al interior de sí misma

Con seguridad, si aún existiera la RDA la peregrinación final habría sido hacia allá. Pero la historia ya se encargó de poner a ese engendro en su sitio, es decir, de borrarlo literalmente del mapa. Cuba, uno de los últimos museos vivientes de la Guerra Fría, era por tanto una alternativa razonable. Así, en un gesto cargado de símbolos, Michelle Bachelet decide ir a despedirse de una de las cristalizaciones más fieles de su utopía, una de esas reliquias detenidas en el tiempo que extrañamente seducen a muchos que se dicen “progresistas�.


En más de un sentido, la elección de Cuba es perfecta para poner el broche de oro a esta administración: un gobierno desde el primer día extraviado en sus obsesiones ideológicas, sin ninguna capacidad para entender las señales que día a día y mes a mes estuvo mostrando la realidad, donde la impertérrita confianza en los fines hizo que la calidad y el costo de los medios no tuviera ninguna importancia. En fin, un proyecto político marcado a fuego por el imperativo de la polarización, por el uso y abuso de una mayoría parlamentaria sin la más mínima intención de buscar acuerdos con la minoría.


Apostar por Cuba es coherente también porque, quizá como ningún otro caso, encarna a la perfección el escandaloso doble estándar con que un sector todavía relevante de la izquierda chilena valora los DD.HH. y al sistema democrático. La forma en que se los defiende cuando son violentados por dictaduras de derecha y la manera en que se los relativiza en regímenes socialistas como el cubano ha sido históricamente impúdica. La propia Michelle Bachelet, que con toda legitimidad se ha transformado en un baluarte en la defensa de los DD.HH. violados en Chile por la dictadura de Pinochet, jamás ha tenido el más mínimo gesto o palabra de condena frente a los graves atropellos y a la falta de libertad que se vive a diario en países como Cuba o Venezuela ni qué decir sobre las tétricas realidades que se vivían en su adorada RDA. Este viaje, entonces, tiene el mérito de volver a ilustrarnos sobre esta vergonzosa inconsistencia.


Finalmente, quedará también para el anecdotario que la supuesta agenda comercial que según la autoridad justificó este periplo, fue tan prolijamente elaborada que a pocos días de partir el propio ministro de Economía no sabía que era parte de la comitiva. Asimismo, que un grupo transversal de parlamentarios solicitara a Bachelet realizar un gesto hacia la disidencia cubana, petición firmada incluso por Alejandro Guillier, es decir, por el excandidato presidencial del propio gobierno, es una clara señal de que a La Moneda este viaje tampoco le salió gratis en las filas del oficialismo.

Pero es probable que a Michelle Bachelet todo esto la tenga sin cuidado. Para ella viajar a Cuba es la ocasión de reencontrarse con su historia, sus sueños y sus convicciones. Esa dimensión de sí misma que ninguna realidad y ninguna evidencia puede remover.


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Published on January 06, 2018 21:45

¿Salir del cuerpo?

La discusión relativa al proyecto de identidad de género se ha vuelto particularmente trabada. Esto ocurre en parte porque involucra aspectos emocionales que no pueden ser pasados por alto, y en parte también porque se ha instalado una doxa favorable al proyecto que tiende a negarle a priori legitimidad al punto de vista contrario. Así, no es nada de raro que los adjetivos (cavernario, carcamal, intolerantes y todo el campo semántico conexo) hayan ido reemplazando a los argumentos. En esa lógica, las diferencias no son propiamente discutidas, sino moralizadas (y psiquiatrizadas).


Con todo, es difícil negar que -en su estado actual- el proyecto presenta deficiencias serias que no son desdeñables. Legislar bien supone asumir los asuntos desde una perspectiva más integral que parcelada, y en ese plano algunas fallas saltan a la vista. La noción de género, por ejemplo, no está definida (y, de hecho, termina confundiéndose con el sexo). Además, no se presta ninguna atención a los evidentes problemas colaterales que implica autorizar a las personas a cambiar su sexo registral y su partida de nacimiento (como si nunca hubieran nacido como nacieron). Esto afecta directamente cuestiones tan variadas como deporte, salud, pensiones y filiación; todo esto sin mencionar cuán problemático resulta el caso de los niños. El mar de indicaciones que ha tenido el proyecto en su tramitación no es síntoma de obstrucción parlamentaria, sino que representan más bien un esfuerzo por no tomarse las cosas a la ligera. Por lo mismo, la urgencia impuesta por el Ejecutivo fuerza la precipitación: la única certeza es que de allí no saldrá una buena ley. El primer error de Felipe Kast es haberse prestado para la frivolidad oficialista, que busca ganar un punto más que resolver adecuadamente una cuestión delicada.


Pero, en rigor, el problema conceptual es bastante más profundo. La tesis que subyace a este proyecto es que nuestra identidad está desvinculada de nuestro cuerpo, como si éste fuera un añadido incómodo del que podemos liberarnos. Así, no se considera debidamente que las cuestiones de identidad sexual no pueden resolverse atendiendo a la pura individualidad, pues tienen efectos en otros (sí, la sociedad existe, y la diferencia sexual es una de sus articulaciones mayores). Por lo mismo, la referencia exclusiva a la autonomía está condenada a ser insuficiente, porque no capta fenómenos indispensables para comprender lo humano.


El liberalismo (y aquí reside el segundo error de Felipe Kast) no tiene por qué adherir a la utopía de una antropología desencarnada que remite a Foucault.


Eso implica perder su riqueza, que pasa justamente por valorar la autonomía sin desconocer sus limitaciones. Mientras no comprendamos esa dimensión del problema, seguiremos encerrados en una discusión de sordos que ni siquiera nos permite saber bien de qué estamos hablando, más allá de las etiquetas que -con tanta delectación- vamos colgando en quienes no piensan como nosotros.


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Published on January 06, 2018 21:40

Estalinismo ubersista

Me subo al taxi. Afuera el calor es terrible. Le pido al chofer que cierre las ventanillas y encienda, por favor, el aire acondicionado. “¿Me lo va a pagar usted, acaso?�, me responde severo. “No señor�, replico, “es una obligación para ustedes desde el año 2006, ¿o no lo sabía?�.

Cuento corto: el aire no se enciende, el taxi huele mal, está sucio y el chofer maneja como si estuviéramos arrancando de un asalto. “Mire, mejor se detiene en la esquina porque yo me bajo�. Fin de la historia. Probablemente, cero novedad para cualquiera de quienes alguna vez han optado por este medio de transporte.


¿Sabe por qué ocurre esto? Muy simple, porque desde 1998 el parque se encuentra congelado en torno a los 27 mil de estos vehículos para Santiago y algo menos para el resto del país. De seguro que presionaron y presionaron hasta que hallaron la autoridad política de turno que, antes de ganarse un problema, les terminó creando el oligopolio.


Lo notable es que ahora pretenden hacer lo mismo con los Uber o cualquiera de los prestadores de estos servicios de arriendo de corto plazo de autos con chofer (porque esa es la figura, si es que queremos enmarcarlos en alguna definición). “Transportes planteó que un panel de expertos revise una vez al año la cantidad de automóviles y permisos�, publicó La Tercera. Genial. Nada mejor que un “panel de expertos� para determinar si usted o yo necesitamos más o menos Uber. Obvio, cómo vamos a dejar en manos de la demanda una decisión tan sofisticada y vital para la conservación de la humanidad. “La cantidad de vehículos será determinada por criterios técnicos�, añade una señora de apellido Tapia que, según me entero, oficia de ministra del ramo.


La demanda por Uber nació, entre otras causas, producto de esta torpe, inútil y política medida de limitar el parque de taxis. La principal “gracia� de Uber es que permite al dueño de un auto decidir en qué minuto quiere o no dedicarse a choferear. Lo puede hacer todo el día o aprovechar un rato disponible. Pero vamos, cómo podríamos aceptar tamaño espacio de libertad para una persona. Lo mejor es exigirle un permiso, que pague algún tipo de patente especial, que le impongamos normas y restricciones. ¿Se habrán dado cuenta los “técnicos� del ministerio que el servicio Uber es, por lo general, mucho mejor que los taxis? ¿No sospecharán que eso guarda alguna relación con la competencia por los clientes?


Me dirán que la competencia es desleal porque los taxistas sí tienen obligaciones y estándares mínimos y todo eso. Bueno, la respuesta es evidente: déjelos competir. En Nueva York, por ejemplo, ambos sistemas conviven y compiten. ¿Sabe qué ocurrió? Milagrosamente, mejoró el servicio de taxis amarillos. ¿Increíble, cierto?


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Published on January 06, 2018 21:35

El nuevo mapa político

Luego de las elecciones generales las fuerzas políticas se están acomodando. En el trasfondo, sin embargo, hay una lucha que se articula a cuatro bandas.


En un extremo, se halla una derecha economicista -sea de índole moral liberal o conservadora- partidaria de subordinar, en lo que sea posible, la política a la economía, poco sensible a la cuestión de la integración, como no sea por la vía del crecimiento -nuevamente- económico.


Más al centro, encontramos, emergiendo poco a poco y con dificultades, pero a paso firme, una centroderecha de nuevo cuño, que agrupa a liberales centristas, socialcristianos y nacionales -provenientes, en diversas proporciones, desde todos los partidos del sector y sus independientes- cada vez más consciente respecto a la importancia fundamental de la política en la conformación de un orden institucional viable, dentro del cual no sólo se cuente con mercado, sino con un mercado legítimo. Un mercado legítimo es aquel en el cual no cualquier diferencia es admisible, sino las diferencias razonables. Se trata, además, de una centroderecha que va siendo capaz de entender el significado político del mercado en la conformación de un orden social republicano, donde el poder esté efectivamente dividido. También de un sector crecientemente lúcido respecto de la exigencia apremiante por integración nacional, que ponen, con urgencia, los nuevos grupos medios y populares producidos por la transición.


La tercera banda, es la de centroizquierda o, si se quiere, la de una izquierda socialdemócrata, que agrupa a ex-concertacionistas, lúcidos también respecto de la importancia republicana del principio de la división del poder social, de contar con un mercado fuerte y regulado, lo mismo que de la integración progresiva de las clases sociales emergentes. Va desde el ala izquierda de la DC hasta sectores del PPD, el PR y una parte del PS.


En fin, se encuentra una cuarta banda, la de la llamada nueva izquierda, que agrupa a sectores del Frente Amplio, el Partido Comunista y una parte del PS. Postulan una crítica moral al mercado, al que entienden como una especie de ámbito de alienación; así como la necesidad de desplazarlo de áreas enteras de la vida social, por la vía de derechos de un nuevo tipo, que coinciden con ese desplazamiento.

Los extremos de la derecha y la izquierda tienden a ser completamente excluyentes entre sí. Mientras la extrema derecha enfatiza el papel de la economía y minimiza el del Estado (que debe reducirse casi al rol de gendarme), el extremo izquierdo busca desplazar la economía de mercado y darle un papel fundamental a la deliberación política en asamblea y al Estado.


Ambos soslayan, empero, aspectos imprescindibles de un orden político adecuado. El economicismo de la derecha extrema impide prestar suficiente cuidado al problema de la integración nacional; considerar el papel de la política deliberativa en la adopción de decisiones de interés general, y atender a las tareas de efectuar un activo control de abusos y de apoyar a los sectores vulnerables. El moralismo anti-mercado de la izquierda extrema le impide a ésta, de su lado, reparar en la importancia de una economía privada no sólo como factor de desarrollo, sino, especialmente, de división efectiva del poder social entre una sociedad civil independiente, dotada de recursos económicos propios, y un Estado que encarne el proceso público-deliberativo, pero dejando espacio para una esfera privada vigorosa.


En algún lugar entre ambos extremos -el economicista y el asambleísta- se encuentra el medio virtuoso. Aquel que vela por la división republicana del poder entre, de un lado, un ámbito social apuntalado sobre una economía privada fuerte y, del otro, un campo público-deliberativo. Ese medio virtuoso permite, así, un control recíproco entre el Estado y la sociedad civil, y que los individuos gocen de una esfera protegida en la cual puedan dar expresión a sus vivencias estéticas, afectivas e intelectuales de manera libre. Tal medio virtuoso posibilita, asimismo, que, gracias a la acción colaborativa entre las espontaneidades del Estado y el mercado, los nuevos sectores sociales se vean efectivamente integrados en esa unidad cultural de lo diverso a la que llamamos nación, de tal suerte que pueda articularse como una especie de totalidad de la cual quepa esperar colaboración y solidaridad, especialmente en los momentos de grandes crisis y reformas.


De la predominancia de los polos extremos o de las bandas medias de la política nacional dependerá si el país se sume en disputas más simples, incapaces de dar cauce de modo diverso a la multiplicidad que acusa la nueva ciudadanía, o logra otorgarle a ella expresión mediante reformas diferenciadas y pertinentes.


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Published on January 06, 2018 21:33

Una criatura llamada derecha

La derecha chilena es como la fauna endémica de este rincón aislado del planeta; especímenes animales que guardan semejanza con otros de regiones lejanas, pero que han evolucionado desarrollando características propias que los hacen únicos, como el caso del monito del monte o el del pudú, nuestras versiones autóctonas de marsupial y ciervo. La derecha local tiene una clara conciencia de estas peculiaridades desarrolladas en adaptación al contexto, es decir, rasgos que responden a las exigencias ambientales, que en este caso son las de un país con una larga historia de escasez de recursos, en donde la pobreza generalizada obligaba a que los privilegios simbólicos fueran tanto más importantes que los materiales; la ostentación era mal vista, porque los bienes debían mantenerse a resguardo de los extraños.


Lo primordial en ese país de antaño era conservar el orden a través de la estricta vigilancia de las jerarquías que tiene como consecuencia una aguda desconfianza por aquello considerado distinto al mundo que habita el sector dirigente de la derecha. Lo diferente no es atractivo, sino raro, y encierra un potencial amenazante que debe ser desactivado en el acto a través de alguno de los mecanismos más habituales en su espacio cultural: la negación, la burla o la alarma pública.


Esta es la razón por la cual la derecha chilena tiene una relación tormentosa con la curiosidad -tanto por las criaturas como por las costumbres ajenas- y, por lo tanto, con la innovación. Tradicionalmente la curiosidad ha sido restringida, aunque fue parcialmente reivindicada por al neoliberalismo, sólo si está estrictamente orientada a los negocios bajo la figura difusa del “emprendedor�, o sea, quien busca algo nuevo y diferente para ganar dinero. Esta figura está encarnada en un varón joven de clase alta -la igualdad de género y la meritocracia están más en los discursos que en los hechos- que importa alguna idea comercial extranjera desconocida en el país. El amplio abanico de expresiones humanas ajenas a ese cuadrante comercial caerá en la sospecha. Porque la derecha chilena mira el mundo sumergida en la suspicacia, algo que tiene como consecuencia una clausura frente a la imaginación, a la libertad y la autonomía individual. Estos últimos son valores que en otras latitudes serían considerados propios de su marco ideológico, pero que en el territorio de la derecha chilena caen en descrédito. De hecho, para la derecha chilena su manera de mirar el mundo no es “ideológica� -una palabra que usan con desdén y que aplican a la izquierda-, sino la natural. Para sus dirigentes, sus ideas, por muy arbitrarias que sean, son parte de la naturaleza, lo mismo que las piedras, el aire o la transubstanciación.


Esta peculiaridad la pudo comprobar en 2010 el intelectual francés Guy Sorman luego de ofrecer una conferencia a los ministros del primer gobierno de Piñera sobre la idea de Nueva Derecha. Cuando Sorman tuvo que abordar la “agenda valórica� -que es como la derecha chilena llama a lo que en el resto del mundo se le dice derechos humanos-, el francés recomendó abandonar posturas religiosas y abrazar la idea de responsabilidad individual. La sugerencia provocó cierto revuelo y rechazo. Días después, un dirigente del sector escribiría una columna indicando que las ideas del filósofo podían funcionar en Europa, pero no en Chile, porque nuestro país era una sociedad cristiana. Según ese dirigente, lo que más le convenía a la derecha chilena era imitar a los ultraconservadores norteamericanos, los mismos que luego ganaron la presidencia con Trump.


Aquel episodio -el rechazo a la propuesta de Sorman- puede interpretarse como la manera en que un sector político asume la bifrontalidad como patrón de conducta. Un mismo rostro con dos perfiles mirando en direcciones contrapuestas. Uno de esos perfiles sostiene un discurso de progreso económico apuntalado en la libertad (de comprar y vender), encogiendo el rol del Estado; el otro sugiere todo tipo de restricciones a la autonomía individual utilizando al Estado. Ambas caras están unidas por el mismo ánimo temeroso y en muchas ocasiones agresivo frente a los cambios. Porque detrás de cada idea nueva -alza de impuestos, reforma a las isapres, estudios de género- la derecha adivina la sombra de una herejía política del tamaño de la Unidad Popular, un período que conserva como los traumas que se pegan al cuerpo. Es lo que yo llamo “El factor UP desestabilizador del ánimo de la derecha�, sólo comparable en su poder de perturbación con el recuerdo de la Reforma Agraria o la enumeración de los crímenes de la dictadura.


El factor UP brotó el último tiempo con la desastrosa gestión de Nicolás Maduro en Venezuela. ¿Era posible que la revolución bolivariana se repitiera en Chile? Para el corazón del derechista de pura cepa, claro que sí era posible. Corea del Norte en Vitacura también lo era. El apocalipsis siempre está a la vuelta de la esquina, lo decía San Pablo. Ningún argumento ni recuento de hechos, en estos casos, servirá para tranquilizar la angustia de la derecha, porque no se trata de una conclusión lógica, sino de una reacción fóbica. Visto desde fuera puede parecer descabellado, pero en sus coordenadas internas cobra pleno sentido. Incluso más, el terror reactivo puede ser un detonante de acciones movilizadoras exitosas, muy eficientes y ejecutivas para asegurar la tranquilidad del sector. Así lo demuestra la historia reciente.


Toda acción ejecutiva disparada por el miedo al fantasma de una revolución, sin embargo, no podría ser exitosa si la derecha chilena tradicional -cuyo corazón está en la clase alta de raigambre colonial- no conociera al dedillo ciertos elementos primigenios del carácter del pueblo, en donde incluso entre los más humildes siempre habrá quienes desconfíen de los discursos de izquierda cada vez más ajenos a la vida cotidiana de la clase trabajadora. Uno de esos elementos primigenios es la necesidad de que se imponga el orden para quienes viven el caos a diario. El derechista de barrio tiene problemas urgentes y busca soluciones aquí y ahora, las que sólo encuentra en el dirigente conservador. Con él comparte un alfabeto elemental dispuesto sobre la base del orden y la prosperidad mínima traducida no en derechos sociales, sino en trabajo o más directamente en dinero que le permita pagar deudas, ampliar la casa, comprar un auto que le ahorre el Transantiago. Es el tan maltratado “facho pobre�, una especie autóctona que vive en la frontera del despeñadero social y que hizo de la disciplina -el servicio militar, Cema, las bandas escolares, la fila del supermercado- un cantar de gesta. Su aspiración es la tranquilidad inmediata y desde su perspectiva eso se logra imponiendo reglas. ¿Es un diagnóstico equivocado o tramposo? No. Es el razonamiento de quien vive a diario en un ambiente -las poblaciones, los márgenes urbanos- en donde las normas de convivencia suelen ser transgredidas de diversas formas. Para el derechista de pueblo el mensaje de la izquierda es un cuento de zurdos verseros que hablan en un idioma blandengue y confuso; lo que ellos anhelan es mano dura que imponga y disponga límites.


Hay en la relación del derechista de barrio con el dirigente de cúpula un vínculo paternal, apatronado, tan humano como la esperanza de reconocimiento y tan concreto como la inauguración de un retén en el barrio.


El triunfo de la derecha en la última elección presidencial es el triunfo de un sector que enfrentado a sus propios miedos movilizó a su electorado, supo identificar en el adversario los puntos débiles -mensajes confusos, un candidato sin vigor y una coalición sin energía sumida en la confusión- y le ofreció a la ciudadanía las certezas que son propias de su forma de vida: imponer disciplina y orden, crear trabajo, hacer dinero.


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Published on January 06, 2018 21:30

!Ah, “la derecha”�!

En estos días y en melancólicas veladas celebradas en casa de “socialités� del progresismo se comenta con horrorizado estupor la inesperada “movilización de la derecha�. “Movilización� es término políticamente correcto, casi venerable, pero en este particular ambiente su pronunciación es acompañado por un hálito amargo; en dichas congregaciones de viudas y viudos el sentimiento imperante es que no fue una demostración de democracia pura y digna como las de la izquierda, sino ocasión cuando inocentes ciudadanos habrían sido arrastrados al error en el mismo pérfido estilo como


Lucifer nos arrastra a la perdición. Con esta versión los alicaídos comensales sin saberlo imitan -aunque desvaídamente- a Maduro, quien reflotó por enésima vez en la historia del socialismo latinoamericano al imprescindible y servicial imperialismo yanqui con el fin de explicar ahora el porqué de la ausencia de perniles de chancho para celebrar la Pascua. Acá se ha sustituido -por el momento- al imperialismo ladrón de chuletas con “la derecha� tentando a los fachos pobres. Era esperable; es sector que habita una dimensión espiritista, en un plano mucho más virtual y verbal que real y, por lo mismo, cualquier cosa que tenga el feo mérito de existir es el enemigo, cualquiera sea su forma. Y uno de los avatares de esta existencia dura que torpedea los bellos ideales de las almas piadosas es “la derecha�, monstruo tan sólido y tangible como la Contraloría General de la República. Capaz de toda laya de felonías, ha tenido ahora la malicia de activarse como nunca antes.


ʰ𲵳ܲԳٲ�

Sin embargo y pese a su abundante uso tal vez sea la hora de preguntarse si esta expresión, “la derecha�, hace justicia al sujeto histórico y político que se movilizó a tan alto grado. Hablar de “la derecha� mantiene vigente un concepto que peca de insuficiencia, uno que en su machacona estrechez y reiteración deja de percibir la naturaleza de lo sucedido, deja de ver quiénes realmente se “movilizaron�, deja de entender los motivos subyacentes de ese fenómeno y en breve deja de comprender qué está sucediendo en Chile.


Tan porfiado uso sólo sería aceptable y puede tener eficacia como arenga para envalentonar a la tropa; para eso hablar de “la derecha� sirve. También aporta el hablar de “unidad�. Con ellas y durante este receso veraniego el progresismo se prepara para su contraofensiva de marzo.


Los datos

Los datos están poniendo las cosas en su lugar. Los primeros análisis muestran que la movilización piñerista tanto para cuidar votos en las mesas como para acudir a votar en ellas no se limitó, ni mucho menos, a lo que el término “derecha� significa. Si NO ha de ser un mero gesto verbal impreciso y displicente para motejar a los votantes de Piñera, “derecha� sólo puede y debe significar, políticamente, el cuerpo ciudadano formado por militantes, simpatizantes y votantes perpetuos de RN y UDI, mientras sociológicamente sólo puede y debe hacer referencia a los sectores asociados a la élite del país, a propietarios de peso, altos ejecutivos, profesionales de nivel medio para arriba, etc., núcleo alrededor del cual orbitaría -pero esto ya es mucho más difuso y vago- un cinturón de asteroides de menor tamaño, a saber, pequeños comerciantes y empresarios de pymes, empleados temerosos de caer en el abismo, señoras piadosas, ancianos de clase media, etc., etc.


Esa es “la derecha�, pero ni siquiera sumando todas sus partes se explica el contundente triunfo de Piñera y menos aún se comprende el profundo cambio cultural que una columna calificó como “desplazamiento de placas tectónicas�.


El miedo

Lo que se movilizó el 17 de diciembre, amén de “la derecha�, fue el miedo. MIEDO, pero entiéndase este miedo no como un estado emocional transitorio azuzado con mañosas y artificiosas campañas del terror, sino como expresión del natural instinto de supervivencia económica y social de una creciente y ya masiva ciudadanía conformada de modo muy distinto a las categorías que cansina y majaderamente se siguen usando. Es ahí, en la composición y estructura de ese nuevo eje atravesando y rasgando el sistema de estratificación clásico, donde se encuentra el origen de los miedos. Es, dicho vasto grupo, lo que en términos insultantes pero retorcidamente correctos el diputado PC Gutiérrez llamó “fachos pobres�. Los “fachos pobres� de Gutiérrez no son sino los estratos surgidos en los últimos 30 años y que con toda razón miran con la más absoluta desconfianza y en casos extremos, con miedo, la clase de retóricas e iniciativas políticas que conducen o pueden conducir a ingenierías sociales universalmente fracasadas aun si se ejecutan a medias pues, de todos modos, harían sal y agua sus beneficios. El temor de tantos a que en Chile se repliquen siquiera parcialmente las experiencias del “socialismo bolivariano� no responde a un pavor caprichoso y/o manipulado por especialistas en propaganda política, sino es reacción razonable ante hechos reales: independientemente de las intenciones de quienes corean los motes y mitos del progresismo corriente, las políticas nacidas de esas consignas inevitablemente, así lo sospecha este nuevo ciudadano, ponen a una sociedad en un tobogán resbaladizo que conduce a grados crecientes de estancamiento y conflicto. ¿Por qué, entonces, quien con arduo esfuerzo ha llegado a tener algo, como ocurre con millones de chilenos, no iba a temer ese desenlace a dos, tres o cinco años plazo?


Y para evitarlo votaron por Piñera. No es que sean “de derecha�, pero no desean ser “de izquierda�. Motejar eso de histeria, de fantasía, etc., es no entender la realidad, incluso pretender aleccionarla. A esta nueva y numerosa generación de chilenos no les vienen a contar cuentos. Ya saben cuán poco valen las promesas y cuán vacías son las consignas. En subsidio de una experiencia directa de en qué terminan esos experimentos, disponen de abundantes medios de comunicación institucional y personal para enterarse. Por eso no hay misterios respecto de lo que sucede dentro de Venezuela como sucedía con la URSS y Cuba en los años 60, cuando la escasez de información hacía suponer que esas naciones eran, después de todo, el Paraíso aquí en la Tierra.


Otro paisaje, otra fisonomía

En resumen, el paisaje social de Chile ha cambiado y no hay ya lugar para maniqueísmos. Ha cambiado no sólo porque emergen nuevos grupos, como emergió en distintos momentos del siglo XX la clase media, sino por la forma como también se han transformado culturalmente los estratos y clases ya existentes, incluyendo “la derecha�. El miembro típico de la clase trabajadora del pasado surgida y basada en un sistema económico tradicional y previsible, el obrero “del hierro, del salitre y del carbón� como decía Allende, así como el empleado del Estado, el dentista por años de años, el profesor, etc., podían ser la mayoría de las veces “hombres o mujeres de izquierda�, siendo esta más una afiliación que una opción, una identidad de por vida como ser católico o masón, pero esa postura vitalicia se ha ido disolviendo. Hoy nadie se siente a salvo dentro de una burbuja institucional o de clase, a resguardo de los vaivenes de la economía, como tampoco nadie espera jubilarse en 40 años y recibir un reloj enchapado en oro; al contrario, TODOS perciben que su bienestar depende de condiciones cambiantes asociadas al ritmo de la actividad económica y al cambio tecnológico, que es dependiente de las inversiones, de las confianzas y de factores que otrora parecían materia sólo de interés para los académicos. Por eso ya no toman partido a base de convocatorias tan antiguas como el “ora pro nobis�, sino buscan a las personas, los equipos y las políticas que les ofrezcan confianza de que la casa no se va a desplomar sobre sus cabezas. Personalmente vimos a muchos sujetos de esa clase, “izquierdistas de toda una vida�, anunciando a quemarropa que iban a votar por Piñera “porque con estos otros tipos nos vamos a la cresta�. ¿Subjetividad de fascista pobre? No; es la voz de un Chile que ya no compra automáticamente nada ni se sube ciegamente a ningún bus.


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Published on January 06, 2018 21:25

¿Cómo y por dónde empezar?

Hay diferencias sustantivas entre los inicios del gobierno de Sebastián Piñera el año 2010 y ahora. Hace ocho años, cuando el candidato se impuso sobre Frei en segunda vuelta, se dijo que Piñera había triunfado “a pesar� de los partidos que lo apoyaban. Era tal vez una exageración, pero no cabe duda que el candidato lo sintió así y que por eso mantuvo una marcada distancia con las cúpulas de la entonces Coalición por el Cambio. Esa misma distancia quedaría formalmente acreditada después, cuando el mandatario electo anunció un gabinete de poco peso político y con figuras de destacada trayectoria en el sector privado. Los partidos dejaron pasar la señal porque respetaron la prerrogativa presidencial de designar en los ministerios a gente de confianza suya, pero no hay que escarbar mucho para concluir que la marginación les dolió.


Esta vez las cosas parecieran ser distintas. Piñera quizás no les deba su triunfo a los partidos que lo apoyan. En el 54% de los votos con que terminó imponiéndose hay mucho de cosecha propia. Pero el aporte de Chile Vamos -cuya votación en diputados, dicho sea de paso, alcanzó sólo al 38%- fue fundamental, sobre todo en la movilización del sector en segunda vuelta. El propio Piñera lo reconoció la noche del triunfo, cuando hizo subir al escenario a los máximos dirigentes y rostros de su coalición e incluso a sus contrincantes en la elección primaria. No solo fue una imagen triunfal de fin de fiesta. Fue también el anuncio del gobierno que vendría.


Hoy, Piñera no solo está más dispuesto que hace ocho años a reconocer los aportes de su coalición. El presidente también tiene más conciencia de los errores que cometió al inicio de su primera administración, aunque él jamás lo pondría en esos términos. Sin embargo, la variable que más cambió en estos años es que en la última elección presidencial la derecha se ordenó y dejó de ser ese espacio de caballazos y descalificaciones, de personalismos y escarnios, al cual el sector quiso reducirse durante décadas.


La recomposición del animus societatis fue un trabajo paciente. Quizás merecían más, pero algún reconocimiento ya se le ha hecho al esfuerzo que realizaron las directivas de Cristián Monckeberg por RN y Hernán Larraín por la UDI para restablecer el suelo común de la unidad. Fue también importante la aparición de Evópoli, que dejó entrar aire fresco y comenzó a hablar en la derecha un lenguaje distinto, menos contaminado por los gases tóxicos del pasado. Sin embargo, más allá de estas variables, lo más importante fue que la derecha se enfrentó durante estos años, desde trincheras abiertamente minoritarias y sin ningún peso en el Congreso, a una agenda política descontrolada -el ambicioso programa de reformas de la Presidenta Bachelet- ante la cual para el votante de derecha y para el ciudadano independiente no cabía otra cosa que una oposición unida y frontal. En esto nadie debería perderse: cuando la derecha chilena percibe una amenaza seria y, más que eso, cuando siente que el país efectivamente se le está yendo de las manos -la última vez que lo había sentido fue con Allende-, el sector no se equivoca y vaya que sabe reaccionar con unidad.


Su primer gran desafío para el próximo gobierno será interpretar, con intuición, pero también con bastante cautela, el sentir del rotundo veredicto ciudadano del 17 de diciembre, no cabe duda de que el segundo será mantener unida a su coalición. Son dos retos interdependientes el uno del otro. Y para eso se necesita un programa que no solo corrija los errores que el país ha cometido en los últimos años, sino que también canalice las aspiraciones de la mayoría en dirección a un Chile más pujante, más seguro, más inclusivo y también respetuoso de la autonomía y diversidad de las personas. Bienvenido el voto favorable de Felipe Kast esta semana en la comisión que está estudiando el proyecto de identidad de género, porque prueba que en la derecha hay más diversidad de lo que se piensa. Está bien. Habrá que expresar esa diversidad en la futura administración. El triunfo de Piñera hizo explícito con absoluta claridad lo que Chile no quería: prolongar la experiencia funesta del gobierno de la Nueva Mayoría. Pero no está tan claro lo que efectivamente el país quiere y es ahí donde la apuesta de Piñera, sus equipos y sus partidos se jugará tanto su éxito como su proyección.


El contexto en que el actual gobierno está terminando desde luego que favorece los primeros pasos que el gobierno debiera dar. Si hay un concepto que Piñera reivindicó en términos recurrentes a lo largo de toda su campaña, ese fue el de la unidad del país. No es solo una bonita idea. Es un resguardo que cobra sentido en momentos en que la Presidenta de Chile -nadie sabe muy bien por qué, nadie sabe en función de qué oscuras prioridades de nuestra política exterior- se fue a Cuba, en una visita relámpago y postrera, probablemente a reencontrarse con los escenarios donde vivió -en el viaje a la isla que hizo el verano del 2009, durante su primera administración- algunos de los momentos más humillantes en la historia de las relaciones internacionales de Chile. Quizás lo decidió para una catarsis personal. Respetable. Pero no deja de ser complicado cuando los mandatarios usan la política exterior para saldar traumas personales. Licencias o fugas de este tipo deberían estar absolutamente vedadas en la nueva administración.


Lo mismo vale para el oportunismo ventajero con que el gobierno que se va está manejando las urgencias legislativas. Todos los gobiernos lo hacen, se ha dicho y lo repite el periodismo más indolente. Con una diferencia, claro: este gobierno tiene mayorías en ambas cámaras y, por lo mismo, está en condiciones de repetir en parte, sí, solo en parte, algo de esos mismos amarres que la dictadura impuso a última hora, antes de dejar el poder en marzo del año 90. Son manotazos que ni entonces ni ahora tienen muy buena presentación para la práctica democrática. Por lo mismo, basta.


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Published on January 06, 2018 21:20

January 5, 2018

¿Piñera, conservador?

Suena extraño, extravagante quizá, para nosotros, calificar de conservador a Piñera, pero así la prensa extranjera, no solo la española, también la anglosajona, lo ve. Una posible explicación es que los europeos reservarían el término derecha solo para la extrema derecha, xenófoba y racista, que el recién electo no es. Aunque también puede ser que los europeos no entiendan mucho a un personaje tan local como nuestro próximo mandatario ni tampoco nuestra enredada historia. Cuesta entender que, en un país que valora la continuidad, sus gobernantes no sean conservadores. No les ha sido posible desde que la DC e izquierda arremetieran con todo en los años 60, y la dictadura luego refrendara.


Nuestra derecha actual data de ese choque. De ahí su progresismo agresivo y el andar pregonando que el mundo se reduce a “winners� y “loosers�, el simplismo neoliberal viniéndole como anillo al dedo. Si ni siquiera a los más “tradicionalistas� en Chile (e.g. Carlos Larraín Peña) les importa que se arrasen barrios tradicionales enteros -El Golf- para dar paso a ese estallido de entusiasmo “nouveau riche�, Sanhattan, que es, por lo demás, desde donde ha estado operando Piñera por años.


Si, incluso, cuesta imaginar de qué otra manera que auto-traicionándose la derecha habría podido sobrevivir todo este tiempo. Ese amplio arco izquierdista hasta por ahí nomás, que va desde Ricardo


Lagos a los beneficiados por Caval, podría decir lo mismo: sin un empuje dialéctico brutal contra lo establecido no se alcanza la “síntesis� necesaria, el “trickle down� o “goteo� que termina repartiendo beneficios a moros y cristianos (si no lo entiende, Carlos Peña se lo puede explicar). Por eso el afán de Piñera en esta vuelta, de presentarse como el continuador de aquellas recientes “dos décadas de oro de nuestra historia� como se estila decir, rol que pudo haber sido de Lagos (apoyado por la derecha) de no haberle ocurrido el percance que tuvo. Lo que no impidió, sin embargo, que muchos transversales beneficiados sintieran alivio la noche del 17-D.


No, Piñera no es conservador. Es suficientemente pragmático y “mainstream� como para situarse medio a medio entre izquierdas y derechas “tontas� (así se las califica). Según esta lógica, la izquierda dura estaría derrotada, y la derecha dura neutralizada con su tope de 8% (J.A. Kast). En cuanto a Ossandón y su “derecha social�, se verá cómo manejarlos en el camino, no siendo descartable que La Moneda coquetee con cierto igualitarismo antielitario. En el entretanto habrá que “recuperar la confianza� e insistir en la “mirada común� para que el país siga avanzando en la senda marcada treinta años atrás. Como pautara Fernando Barros al mismísimo Piñera en 2013: “Piñera es un producto de Pinochet de la misma manera que son los gobiernos de la Concertación�.


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Published on January 05, 2018 22:00

El ministro perfecto

Candidatos al gabinete hay muchos. Pero más allá de quienes finalmente resulten elegidos, hay un cierto perfil de personas que calza mejor que otros. Y esto tiene que ver con las competencias personales, pero también con algo fundamental: aquellos que pueden y saben tratar con Piñera. El Presidente electo es una persona particular, en su forma de ser y trabajar. Amoldarse a ello no es fácil, pero ya conocemos algunas pistas.


-24×7: El primer atributo de cualquiera que aspira a ser ministro es estar dispuesto a trabajar mucho y a un ritmo frenético. Piñera es exigente en esto, porque él hace lo mismo. Hay que ser capaz de seguirle el ritmo.


-Siempre listo: No le gustan los intermediaros. Llama directo y en cualquier momento para saber de alguna materia. Hay que estar pendiente y preparado para aquello.

-Sea prolijo: Lee y estudia cada detalle de cada papel que llega a su escritorio, subrayando todo aquello que le llama a atención, pero también los errores. Esto último lo irrita mucho. Por eso, hay que ser muy prolijo al momento de pasarle un papel. Revisar cien veces que todo cuadre, parece ser la fórmula.


-Vaya al grano: Piñera tiene poca paciencia con los discursos para la galería. Lo suyo es ir al grano, ojalá a los números. Si no hay datos, o se es poco preciso, la cosa no anda bien.


-Diga que no sabe: Pese a ser muy exigente, acepta que alguien le diga directamente que no tiene la respuesta precisa. Pero es un error pretender pasarse de listo. Tiene una capacidad única para detectar cuando alguien está improvisando. Entonces, hay que ser humilde y reconocer cuando no se sabe algo. Pero, eso sí, hay que volver rápido con la respuesta.


-No sea grave: No hay que esperar de Piñera mucha formalidad. El protocolo no es lo suyo. Por eso, no hay que enojarse si, por ejemplo, se olvidar de saludar. Sabemos también que le gustan las bromas, no siempre adecuadas, pero no hay que ser grave. Es un error tomárselo a la personal. Personas muy sensibles a aquello lo pueden pasar mal.


-Capaz de influir: Muchas veces da la impresión de estar distraído, pero no es así. Siempre está atento y puede cambiar de opinión sin problema o acoger una buena idea. Un buen ministro debe ser capaz de detectar aquello. Saber leer cuando se abre una oportunidad de influir.


-Leal pero sincero: Pese a la seguridad que proyecta, Piñera acepta las críticas. No el fuego amigo, ese que se hace por la prensa. Pero, a puertas cerradas, es sorprendentemente abierto para recibir comentarios de todo tipo.


-Resuelva los problemas: Le gusta estar informado, pero valora la iniciativa, los que resuelven las cosas. Le gusta la obediencia, pero no los yes men.


-No al turismo aventura: No hay espacio para aquellos que van de pasada al gobierno, a vivir la experiencia. Lo que busca ahora el Presidente es gente que se quiera proyectar en la política.


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Published on January 05, 2018 21:55

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Álvaro Bisama
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